Un joyero estadounidense introdujo en su vidriera una docena de escorpiones que, además de volver redundante cualquier aviso de «no tocar», devinieron atracción para clientes y curiosos. Para robar en la joyería de Scott Ward, en Michigan, hay que ser un feroz domador de artrópodos o un experto en primeros auxilios, pues la escuadra de alacranes, con sus temibles aguijones, puede obligar a una prematura jubilación a cualquier «amigo de lo ajeno» que intente hurtar los preciosos objetos bajo su custodia.
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