Ya se sabe que los descuidos pueden ser perjudiciales. Y quien no lo crea que se lo pregunten al músico cordobés Emérito Ruiz. Él dejó abandonado su magnífico violín junto a la barra donde se daba sus habituales cañangazos. Y cuando, tras haber salido de su embriaguez, se acordó del valioso instrumento, regresó al lugar raudo y veloz. Se sintió feliz al ver el estuche en el mismo sitio, junto al mostrador de la barra…
Pero grande fue su sorpresa al comprobar que del violín de marras no quedaba ni rastro. Nadie se explica por qué no se llevaron ambos objetos, tan relacionados como lo pueden estar un guante con las pelotas. Lo cierto es que a Emérito no le va a quedar más remedio que gastarse la plata y comprarse otro violín, pues nadie ha logrado sacarle un fa y mucho menos un sol… a un estuche.
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