Casas de citas hay en todo el mundo y ya se sabe para lo que son. Pues bien, Arnulfo Vidaurreta fue a uno de esos lugares en Montevideo con su última conquista, una hermosa uruguaya, y cuando fue a sentarse en el lobby, a la espera, sus ojos quisieron salírsele de las órbitas… nada menos que su suegra estaba también robándose la base con otro hombre que, por cierto, no era su suegro.
El chismoso trascendido no cuenta sin embargo cómo negociaron ambos el engorroso asunto pues, sin lugar para las dudas, estaban compartiendo el mismo pecado. Ni que lo ideara el mismísimo Satanás. Vivir para ver… sorpresas.
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