En ocasiones las cosas sirven para ser utilizadas en algo totalmente diferente para lo que fueron concebidas. Me entero ahora de que la gente de la ciudad de Lincoln, en Nebraska, Estados Unidos, transformó los alcoholímetros instalados a fin de evitar accidentes del tránsito para convertirlos en fieles árbitros de sus competencias de bebidas.
Las autoridades de Lincoln habían tenido una idea brillante: instalar alcoholímetros en la parte exterior de los bares. Con esta medida, los choferes podrían saber cuánto habían bebido y así desistir de manejar para evitar posibles accidentes.
Pero una cosa piensan las autoridades y otra los borrachos. Resultó que esos medios son utilizados para saber quién es el que logra soportar mayor cantidad de bebida y después hacer alardes, decir que son "duros" y que aguantan una barbaridad.
Dice el despacho noticioso que estas máquinas, cuyo principal objetivo era ayudar a la gente a beber menos, han conseguido todo lo contrario: a tal punto que los dueños de los bares, a pesar de que podrían obtener mayores ganancias, ya no quieren tenerlas en sus comercios, debido al riesgo que todo esto implica para los jóvenes bebedores. Menos mal que son conscientes.
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