Me contó un seguidor de Extraño, por cierto nonagenario, que en Santa Clara, cuando era capital de la provincia de Las Villas antes de 1959, sucedieron hechos dignos de ser relatados y todos relacionados con el poder judicial.
Entre sus anécdotas relató cómo un alguacil del juzgado decidió poner fin a su vida, precisamente en el propio lugar que ocupaba el archivo.
También me hizo saber el berrinche que formaron dos abogados que defendían un notorio litigio pues el juez, sin importarle un pito lo que allí se ventilaba, estuvo dormitando durante casi todo el juicio. Al parecer, el leguleyo era aficionado a comer gandingas de puerco, acompañadas con abundante cerveza y al celebrar los juicios, en horas de la tarde, con digestiones lentas y pesadas, no podía evitar la deliciosa aventura de caer en los brazos de Morfeo.
En aquel entonces todavía, mi amiga Bolivia Tamara Cruz no era corresponsal de la emisora Radio Progreso. Estoy seguro de que esta noticia no se le hubiera escapado a tan ágil reportera.
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