Dicen que José Mario Triunfo no cree en su apellido. Y quisiera cambiárselo... pero aún no se ha decidido.
Resulta que este ex empleado de la funeraria Santa Teresina le ganó una querella a la casa mortuoria para la cual trabajó durante año y medio sin recibir un centavo.
El dueño de la funeraria les dijo a los jueces que a pesar de ser todo un funerario no tenía ni donde caerse muerto, o sea, que no poseía los 1 200 dólares para indemnizar a José Mario. Sin embargo, decidió "indemnizarlo" entregándole diez de sus mejores ataúdes para "que pueda ir tirando".
Ahora el pobre Mario tiene que aguantar los más tétricos chistes de humor negro, sigue sin tener dinero y no encuentra ningún cliente dispuesto a comprarle, aunque sea uno de los sarcófagos.
¿Se los tendrá que comer con papas fritas? ¿O decidirá abrir una nueva funeraria en Río de Janeiro?
Eso sí: los ataúdes están de primera. Funcionales. Bien diseñados. Elegantes. Solo faltaría que pusiera un anuncio así: "Vendo ataúdes de primerísima calidad. No es un lujo, sino comodidad para su difunto", como hace años anunció sus catafalcos un agente de pompas fúnebres en esta San Cristóbal de La Habana. ¡Solavaya!
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